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Cuando se caen todas las máscaras


Ganaron las elecciones con falsedades, se evidenció.

Gobiernan con ficciones, se registró.

Falsearon pruebas en juicios, se comprobó.

Trucharon avales y afiliaciones partidarias, se reveló.

Ocultaron sus fortunas mal habidas en paraísos fiscales, se descubrió.

Prometieron ilusiones y engaños demagógicos a la población, se demostró.

Proyectaron en “los K” lo corrupto que son los que hoy gobiernan, se develó.

Y sin embargo está faltando algo, una pieza vital, que termine por hacer caer todas las máscaras de la mentira:

Que la oposición demuela públicamente, una por una, todas las operaciones ejecutadas por la derecha gobernante con el invalorable sostén de los medios hegemónicos, el partido judicial y los políticos mediocres.

Se equivocan las almas buenas que creen que son todas paparruchadas y anécdotas a las que no vale la pena responder.

No y mil veces no.

Porque con estas mentiras que hoy quedaron al descubierto, el poder real taladró durante años la cabeza de millones de personas hasta convencerlas, por ejemplo, que Aníbal Fernández era la “Morsa”; que Nilda Garré y Máximo Kirchner tenían cuentas millonarias en el exterior; que Federico Elaskar administró dinero sucio de la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner; que Axel Kicillof cobraba un súper sueldo en YPF; que Nisman no se suicidó sino que lo asesinaron; que todo sigue mal en la economía, Aerolíneas Argentinas incluida, porque seguimos pagando la “fiesta” del gobierno anterior.

Y la lista sigue.

Con la verdad, y sólo con la verdad, hay que desasnar y desarticular a esa masa heterogénea que justificó su apoyo al régimen en esas operaciones de la mentira. Esa desarticulación es condición básica para construir la articulación democrática que nos debemos como sociedad.

Los gobiernos se sostienen sobre dos columnas centrales: la marcha de la economía y la credibilidad social que genera.

Y fíjate lo que viene pasando: como en el plano económico no sólo estamos mal, sino que anuncian impúdicamente que vamos a estar peor, recurren al viejo cuento de la “corrupción” populista como si fuera la “naturaleza” de los gobiernos populares.

Lo hicieron con Yrigoyen, con Perón, con todos. Pero nunca se desmoronó semejante falacia en pleno gobierno de los que mentían. Por eso es que se torna imprescindible militar una pedagogía tal que difunda lo que la propia justicia está demostrando en estas horas. Eso será curarse en salud. Porque van a volver a mentir en la campaña 2019. ¿Qué dudas te cabe?

Sirva esta profilaxis aleccionadora no sólo para salvar el buen nombre y honor de los damnificados por las mentiras y liberar a los presos políticos, sino para desintoxicar la democracia y la vida en comunidad.

Y de paso cañazo: sirva también para recordar, sin rencores ni venganzas, a los paparulos que aplaudieron todas estas operaciones y que encima tienen el tupé de creerse con derechos de manejar el “peronómetro”: con este sí, con este no.

¿Quién se creen que son? ¿Carmelitas descalzas? Por sus agachadas estamos como estamos. ¿O no votaron el pago incondicional a los fondos buitres, la reforma previsional, y de allí en más todo o casi todo hasta hace días nomás?

Y al que le quepa el sayo, que se lo ponga.

Entramos de lleno a una nueva etapa signada por la necesidad de acumular fuerzas sociales para dirimir la cuita histórica, pueblo vs antipueblo, en las próximas elecciones. Y esa unidad es por abajo. Por eso hay que advertir a tiempo que hay que evitar cualquier error que dé suma cero. Incorporar a algunos personajes muy intoxicados de “pro-macrismo”, podría ocasionar, al mismo tiempo, un punto de fuga social irreparable para el Frente Patriótico que se esboza en el horizonte.

A Macri se le gana con mucha masa crítica, con mucho volumen electoral, con mucha unidad social, pero también con un condimento indispensable: la mística que precede y acompaña las grandes victorias de un pueblo sobre sus enemigos históricos. Sin mística, no hay victoria.

La radicalización del proceso electoral parece inevitable por las pésimas condiciones de vida de la población a las que sigue arrastrando el modelo económico. Las posiciones entonces deberán ser claras, contundentes y precisas. Si no las tiene el campo popular, las tendrá la derecha nuevamente. Y para lograr eficazmente tal cometido será preciso contar con dos condiciones: a) un programa de gobierno que le devuelva la esperanza y la autoestima al pueblo argentino y b) candidatos que sean creíbles y honorables.

Sólo así se garantizará la paz imprescindible para organizar la energía social que requerirá el próximo gobierno popular.

Está claro que quien lidera esta construcción es Cristina. Su liderazgo ilumina cada vez que anuncia el sentido de los vientos de este pueblo que somos. Que se sumen todas y todos los que se identifiquen con ese sentido. Aún con sus diferencias y matices. Pero eso sí: no pretendan “domesticar” con sus modales y en nombre de la “gobernabilidad”, las rebeldías legítimas de este pueblo manso que las viene sufriendo todas. Desde el hambre y la desocupación hasta la cárcel y la muerte de sus militantes.

En este Frente por construir no se actúa, se milita.

De todo se puede volver, menos de la muerte. Las horas de vida, de lucha, de utopías, de sacrificios, de sueños de Rodolfo Orellana, como antes de Nahuel y de Santiago Maldonado, lastiman el alma colectiva.

Por eso y aunque duela, que nadie pise el palito: a la muerte cruel e injusta hay que ganarle con más apego a la vida.

De eso se trata el nuevo tiempo que vendrá.

Que así sea.


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