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La democracia bajo fuego


La exposición del juez Alejo Ramos Padilla ante la Cámara de Diputados de la Nación levantó el telón de la farsa institucional que hoy sufrimos, para mostrarnos el lado más oscuro del bendito y saqueado país de los argentinos.


Hasta que el juez empezó a hablar, la expectativa estaba puesta en poder informarnos sobre una posible banda de extorsionadores, compuesta por agentes secretos, periodistas y fiscales contra empresarios dispuestos a pagar caro el peaje obligado a su libertad.


Pero hete aquí que el juez desnudó algo mucho más viscoso y peligroso para la salud republicana: puso al desnudo una súper banda de espionaje paraestatal que viene jaqueando a la democracia desde vaya a saber cuándo.


Un grupo de tareas. Una empresa siniestra. Un abreviado pero feroz comando sur que se metía en la alcoba de la gente para espiarla y de paso, extorsionarla. Un enclave del terrorismo de estado en tiempos democráticos. Una usina de mentiras verdaderas para la población desprevenida. De allí sale toda la mugre y la persecución a variadas personas.


Durante la exposición del juez, además del asombro y la indignación, muchos sentimos pasar nuevamente sobre nuestra piel la crueldad de la tortura y de la cárcel en años de la dictadura. No queríamos cerrar los ojos porque veíamos nuevamente y a nuestro pesar, al personaje que hacía de “malo” en la patota y al fiscal que hacía de “bueno” después de la golpiza y te decía al oído: “ya estás en buenas manos; ahora tenés que delatar y arrepentirte para aliviar tu condena”. Y la calesita del terror daba vueltas y vueltas ofreciéndote sus sortijas. Igual que ahora.


Sin dudas, estamos en el peor momento de la democracia desde su recuperación en 1983. El Estado de derecho cruje por todos los costados. Quedó al descubierto la trama mediática, política y judicial que constituía, o constituye aún, la madriguera del poder real en la Argentina.


Es en el marco de esta formidable investigación que debemos mensurar la dimensión y calaña, hacia atrás y hacia adelante, de las mentiras oficiales repartidas diariamente desde los medios hegemónicos al conjunto de la población. ¿Por qué? Porque ahora sabemos fehacientemente que operaban y operan desde antros tan putrefactos como el denunciado, mintiendo, difamando, persiguiendo y encarcelando opositores con el sólo fin de gobernar bajo un modelo que expulsa del consumo a las mayorías populares, deshonra la política, la justicia y el periodismo, y entrega atada de pies y manos, lo que nos queda de soberanía nacional.


Todo ocurre mientras la economía se desangra en la timba financiera, en la creciente inflación y desocupación, en el endeudamiento externo y en la destrucción más cruel, jamás vivida, del país industrial que supimos ser.


Todo ocurre mientras se rompe, en Córdoba y en otras provincias, la alianza gobernante Cambiemos, que hoy gira alocadamente sobre un eje vertebrador que ya no existe: el liderazgo otrora indiscutible de Mauricio Macri.


Todo ocurre mientras asistimos al último y triste estertor del radicalismo en tanto partido de origen popular. Los radicales cambiemitas demuestran ser apenas lebreles de hojalata del PRO. Bienvenidos a la vida los radicales que decidan jugarse por la memoria de Yrigoyen, Ilia y Alfonsín.


Todo ocurre mientras la maquinaria de propaganda mediático-judicial y servicios varios, funciona a todo vapor sin medir consecuencias ni pudores.


Y siguen cobrando víctimas. Como muestra, allí está el cuerpo devastado de la joven Florencia Kirchner, acusando recibo de la feroz persecución sufrida por toda su familia. Cobardes. “Métanse conmigo, no con mi hija”, los desafío dignamente su madre, Cristina Fernández de Kirchner.


Nadie debería subestimar esa capacidad de daño que la derecha conserva. El poder de fuego que demuestran es importante, tanto que hasta algunos sectores de la oposición fueron presas fáciles recientemente cuando fueron las elecciones de Neuquén. Es todo un ensayo para la reflexión: El ganador provincial, el MPN, históricamente brindó su voto a escala nacional por candidatos peronistas de distintas variantes. De allí salieron votos, años atrás, para Néstor y Cristina, por ejemplo. En segundo lugar se instaló el candidato Rioseco de Unidad Ciudadana y tercero cómodo figuró el representante radical de Cambiemos. Sin embargo, la maquinaria de propaganda pretendió instalar que “perdió Cristina”. Y muchos se lo creyeron. Y algunos opositores, con las defensas bajas en su autoestima, también se lo compraron. La linealidad no existe para analizar la política. Y menos para proyectarla.


Es que el neoliberalismo instaló una suerte de sentido común dominante que es imperioso desarmarlo y reemplazarlo por otro sentido común más ajustado a la verdad y a la voluntad de construir un país mejor. Hay que resistir el saqueo, pero al mismo tiempo, reconstruir un tejido social que nos haga creer y confiar en nosotros mismos, los argentinos. El Frente Patriótico servirá para eso o no servirá para nada.


Para eso, no hay que pensar exclusivamente en términos de categoría electoral, sino en categoría de transformación de la realidad; es el propio destino de nación el que está en juego. O sea. Sigamos navegando mientras construimos la barca.


Pensemos por nosotros mismos, y no actuemos como reproductores de la lógica del poder que nos domina. Todavía hay jueces dignos. Todavía marchamos y cantamos. Todavía tenemos memoria y dignidad. Todavía militamos la esperanza. Y la unidad.


Que así sea.



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