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Ramos Mejía: sobre los usos políticos y mediáticos de un crimen

Las imágenes recorren el país este lunes por la noche. El asesinato de un comerciante y el dolor de una familia son utilizados para construir un sentido común reaccionario que solo puede terminar en más represión.




A Leandro Daniel Suárez, detenido por el asesinato del kioskero Roberto Sabo, en La Matanza, y con antecedentes carcelarios por robo, no lo soltó el kirchnerismo, como la oposición buscó instalar en la conversación pública durante el día de ayer, sino que fue una decisión del Tribunal Oral en lo Criminal número 8 de la ciudad de Buenos Aires, después de que cumpliera una condena de seis años por robo.


Suárez tiene 30 años, no 16, pero ese dato fácilmente contrastable no privó a Horacio Rodríguez Larreta de pedir la punibilidad de adolescentes. “Hoy un chico puede votar a los 16 pero no es punible. No puede ser que no sea punible”, expresó el jefe de Gobierno. Es difícil que ignore que la ley argentina ya prevé un sistema penal para jóvenes de esa edad, por lo que debemos asumir que está haciendo campaña.


El asesinato del kiosquero Roberto Sabo se convirtió este lunes en una importante crisis política en la Provincia de Buenos Aires, con alcance nacional. La gran corporación mediática y la derecha política están utilizando el dolor de una familia para montar una campaña reaccionaria que solo puede terminar en más represión y mayor estigmatización hacia los sectores más humildes de la población.


A pocos días de las elecciones generales, el hecho es también utilizado de manera electoralista por la derecha en sus diversas variantes, convirtiéndolo en un eje de sus campañas.


Partiendo del hecho terrible de que una persona perdió la vida, los grandes medios opositores despliegan una fuerte campaña sensacionalista que pone el foco en el punitivismo, alentando discursos de mano dura, más represión, "meter bala" a quienes delinquen y hasta, incluso, el uso de la pena de muerte como castigo.


Un foco interesado que intentar mostrar el asesinato de Sabo y los delitos por fuera del contexto de aguda crisis social en el que se producen. ¿O acaso se puede dejar de lado el casi 50 % de pobreza que se vive y sufren millones en la Provincia de Buenos Aires? ¿O se pueden ignorar las vidas miserables que padecen sectores empobrecidos de la juventud?.


Todo eso no es material de análisis o debate. Las cámaras están puestas en el hecho aislado y en el reclamo de inseguridad separado de este contexto. Se deja de lado, se ignora, que las fuerzas policiales están vinculadas a la organización del gran y el pequeño delito. En el mismo distrito, en La Matanza, un joven desapareció en manos de la Policía Bonaerense por negarse a robar para la brigada de Lomas del Mirador. Se llamaba Luciano Arruga. Ocurrió en 2009, cuando Scioli era gobernador.


El mecanismo ha vuelto a ponerse en marcha tras el brutal asesinato en Ramos Mejía, a pocos días de las elecciones. Toda la maquinaria comunicacional de la derecha, a fuerza de indignación impostada, cobertura amarillista y fake news logró transformar ese crimen lamentable, pero de características ordinarias, en un hecho político, con evidente intencionalidad proselitista.


Estos usos políticos y mediáticos alientan un sentido común crecientemente punitivista. Es decir, más leyes represivas; la baja la edad de imputabilidad; habilitar "vía libre" para el accionar policial, lo que alienta el gatillo fácil y la (mal) llamada "justicia por mano propia". Un sentido común que es impulsado por la derecha más reaccionaria. Este mismo lunes fue el liberal Espert el que dijo que había fusilar y “agujerear” a quienes cometen delitos.


Ese discurso reaccionario no es solo de la derecha de Espert o Santilli. Es también el de Sergio Berni y sectores del oficialismo muchas veces. De hecho, la principal campaña del intendente Fernando Espinoza pasa por este tema, publicitando nuevos patrulleros, más gendarmes y más cámaras. Es el discurso de criminalización de la pobreza y de la protesta.


Si se permiten estos discursos se habilitan salidas aún más reaccionarias. De esta locura derechista solo se puede salir atacando los intereses de los más poderosos. Poniendo en cuestión la riqueza de una clase capitalista que amasa fortunas mientras millones se hunden en la miseria y la crisis social aguda.


La historia demuestra que las recetas de mano dura que se proponen y aplican siempre han fracasado. Solo acabando con una sociedad desgarrada y desigual se puede enfrentar seriamente este agudo problema social.


Fuente: La izquierda Diario

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